LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Autor.- Michelangelo Merisi da Caravaggio, quien pasará a la historia del Arte, como Caravaggio.
Fecha de ejecución.- Caravaggio realiza esta obra en el año 1604
Técnica.- Óleo sobre lienzo.
Medida.- 178 x 125 cm.
Lugar donde se encuentra.- Palacio degli Alberti.
Localidad.- Prato.
País.- Italia.
TEXTO DEL EVANGELIO
Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
«¡Salve, rey de los judíos!».
Y le daban bofetadas.
Juan 19, 2 - 3
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE SAN JUAN PABLO II
Estamos ante una imagen de dolor, que evoca todas las locuras homicidas, todos los sadismos de la historia. También Jesús ha querido estar en manos de la maldad, a menudo dramáticamente cruel, de los hombres. Juan nos lleva a transformar nuestra contemplación en oración, adoradora y trepidante, ante el sufrimiento de Jesús, coronado de espinas: "Volvió ―escribe― a salir Pilato y les dijo: 'Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él'. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: 'Aquí tenéis al hombre' " (Jn 19, 4-5). En realidad aquel Hombre es el Hijo de Dios que, mediante un sufrimiento inefable, lleva a cumplimiento el plan salvífico del Padre. Él se ha tomado tan en serio nuestros dramas que ha participado de ellos, los ha asumido, ha enriquecido su sentido, los ha transformado en una inesperada posibilidad de vida, de gracia, de comunión con Dios y, por tanto, de gloria. Desde ese día, toda generación humana está llamada a pronunciarse ante aquel "Hombre" coronado de espinas. Nadie puede permanecer neutral. Es necesario pronunciarse. Y no sólo con las palabras, sino con la vida. El cristiano acepta en su cabeza la corona de espinas cuando sabe mortificar sus arrogancias, su orgullo, las distintas formas de utilitarismo y hedonismo, que acaban destruyéndolo como persona y, a menudo, lo inducen a ser cruel con los demás.
ORACIÓN FINAL DEL MISTERIO
Concédenos Señor, que por los méritos
de la Pasión de Cristo
y de los dolores de la Virgen María
el Espíritu Santo, presente con plenitud en la Iglesia,
inunde con su amor
al mundo entero.
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