LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO
Autor.- Ludovico Carracci.
Fecha de ejecución.- Caracci realiza esta obra en hacía el año 1605
Técnica.- Óleo sobre lienzo.
Medida.- 122,6 x 94,8 cm.
Lugar donde se encuentra.- Museo Nacional Thyssen - Bornemisza.
Localidad.- Madrid.
País.- España.
TEXTO DEL EVANGELIO
Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día.
Lucas 2, 22 - 37
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE SAN JUAN XXIII
La vida de Jesús, todavía en los brazos maternos, se abre al contacto de los dos Testamentos. Luz y revelación de las gentes, esplendor del pueblo elegido. San José debe estar presente y participar también él en el rito de las ofrendas legales prescritas.
Aquel episodio se perpetúa en la Iglesia; y en el acto de repetir el Ave María es hermoso observar las hermosísimas esperanzas del perenne reflorecimiento de las promesas del sacerdocio y de los cooperadores y de las cooperadoras en gran número al reino de Dios; jóvenes alumnos de los seminarios, de las casas religiosas, de los estudiantados misioneros, incluso de las universidades católicas y de otras formas de un futuro apostolado de los seglares cuyo expandirse, a pesar de las dificultades y de las oposiciones de la hora presente e incluso en diversas naciones muy atribuladas por la persecución, no cesa de ser espectáculo consolador hasta el punto de arrancar palabras de admiración y de alegría.
«Luz y revelación de las gentes» (Lucas 2, 32), gloria del pueblo elegido.
ORACIÓN FINAL DEL MISTERIO
Dios todopoderoso y eterno,
rogamos humildemente a tu majestad
que, así como tu Hijo Unigénito
ha sido presentado en el templo
en la realidad de nuestra carne,
nos concedas, de igual modo,
ser presentados ante ti con el alma limpia.
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