LA ORACIÓN EN EL HUERTO
Autor.- Antonio Raphael Mengs.
Fecha de ejecución.- Mengs realiza esta obra entre 1768 y el año 1769
Técnica.- Óleo sobre lienzo.
Medida.- 185 x 182 cm.
Lugar donde se encuentra.- Colecciones Reales.
Localidad.- Madrid.
País.- España.
TEXTO DEL EVANGELIO
Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
«Orad, para no caer en tentación».
Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
«Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo:
«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación».
Lucas 22, 39- 47
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE SAN JUAN XXIII
La mente conmovida llega a contemplar la imagen del Salvador en la hora del supremo abandono: «...y tuvo un sudor, como de gotas de sangre que caía a tierra» (Lucas 22, 44) Esto expresa la íntima pena del alma, la amargura extrema de la soledad, el quebrantamiento del cuerpo decaído. La agonía viene provocada por la inminencia de aquello que Jesús ve bien claro: la pasión que le espera.
La escena de Getsemaní sirve de estímulo al esfuerzo de la voluntad para aceptar el sufrimiento, aceptación plena del sufrimiento, cuando es Dios quien quiere o permite nuestro sufrimiento: Nom mea voluntas, sed tua fiat (Lucas 22, 42). Palabras que desgarran y curan porque enseñan hasta que grado puede y debe llegar el cristiano que sufre con Jesús que sufre, y nos dan la certeza para nosotros de los méritos más inenarrables, los méritos de la vida divina en nosotros, viva vivas en nosotros hoy en al gracia, mañana en la gloria.
Un intención hay que tener presente aquí, en este misterio: la sollicitudo omnium ecclesiarum (2Cor 11, 28), el ansia que agita como el viento que agitaba el lago de Genezaret: «pues el viento era contrario» (Mateo 14, 24) la plegaria oración diaria del Papa, el ansia de las horas más agitadas del altísimo ministerio pastoral; el ansia de la Iglesia que diseminada por toda la tierra sufre con él, y, al mismo tiempo, él sufre con la Iglesia, presente en él y que sufre en él; el ansia de miles de almas, partes enteras de la grey de Jesús, sometidas alas persecuciones contra la libertad de creer, de pensar, de vivir. «¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? (2Cor 11, 29).
Participar en los dolores de los hermanos, padecer con quien padece, flere cum flentibus (Romanos 12, 15), es un beneficio, un mérito para toda la Iglesia. ¿Es la «comunión de los santos» tener todos y cada uno en común la Sangre de Jesús, el amor de los Santos y de los buenos, y, también, por desgracia, nuestro pecado, nuestras debilidades? ¿Se piensa acaso en esta «comunión», que es unión y casi, como decía Jesús, unidad: «para que sean uno» (Juan 17, 22). La cruz del Señor no solo nos levanta sino que atrae a las almas, siempre «cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Juan 12, 32). Todo, a todos.
ORACIÓN FINAL DEL MISTERIO
Jesús, hermano nuestro,
que para abrir a todos los hombres el camino de la Pascua
has querido experimentar la tentación y el miedo,
enséñanos a refugianos en ti,
y a repetir tus palabras de abandono y entrega a la voluntad del Padre,
que en Getsemaní han alcanzado la salvación del universo.
Haz que el mundo conozca
a través de tus discípulos el poder de tu amor sin límites (cf. Jn 13,1),
del amor que consiste en dar la vida por los amigos (cf. Jn 15,13).
No hay comentarios:
Publicar un comentario